A comienzos del siglo XV, el imperio inca tenía el control de una zona muy amplia, extendiendo su influencia aún hasta Colombia y Chile.
Entre
1526 y 1528, el conquistador español Francisco Pizarro exploró
las regiones costeras peruanas y, maravillado por las riquezas del imperio Inca,
regresó a España para recolectar dinero y reclutar hombres
para una otra expedición a este país. De regreso a Perú,
se dirigió hacia Cajamarca, al Norte del Perú, donde
secuestró, pidió recompensa y ejecutó al emperador inca
Atahualpa en 1533. Pizarro fundó después la cuidad
de Lima, en 1535, pero fue asesinado seis años más tarde.
La rebelión del último jefe Inca Manco Inca terminó
en un fracaso con su sumisión en 1572.
Los
dos siglos que siguieron fueron tranquilos, con Lima que se convirtió
en el centro político, social y comercial más importante de las
naciones andinas. Sin embargo, la explotación de los indios por sus invasores
condujo a una rebelión en 1780 bajo el mando del auto-proclamado Inca,
Tupac Amaru II. La rebelión fue corta y muchos dirigentes fueron
capturados y ejecutados. La lealtad del Perú hacia España
continuó hasta 1824 cuando el país fue liberado por dos libertadores:
el venezolano Simón Bolívar
y el argentino José de San
Martín.