Tras la formación de los Andes, la erosión fluvial se encargó de esculpir en sus laderas valles y cañones, creando terrenos fértiles para la agricultura y zonas propicias para el asentamiento de los seres humanos.
Tras la formación de los Andes, la erosión fluvial se encargó de esculpir en sus laderas valles y cañones, creando terrenos fértiles para la agricultura y zonas propicias para el asentamiento de los seres humanos.